Llegué
a la gran ciudad…. Esta vez no quise darme el lujo de ir a mi destino final en
taxi y por ende, esperé el bus en las afueras del terminal de buses….
Infructuoso proceso, también desesperante y más cuándo se proviene de un pueblo
en dónde uno ya se sabe de memoria las rutas y los caminos. Me cansé de esperar
bajo el fuerte sol que hacía a esa hora de la tarde. El verraco bus que nunca
llegó. En ese momento, esa chispa de “Locura” que me caracteriza me impulsó a
salir caminando hacia el lugar dónde me esperaban, en medio de una ciudad
bulliciosa y no tan amable como lo puede ser un pequeño pueblo. Ya una vez más
calmado, ya habiendo tomado gaseosa para menguar el calor soportado por la
caminata, reflexioné al respecto… y más por estos días complejos en dónde ando
viajando por la vida alejado de los míos; no alejado de mala manera, sino
alejado a conciencia, sabiendo que el caminar por ciertos momentos sólo nos
permita estar en esos espacios en los cuales conoceremos verdaderamente a ese
ser que realmente somos y entenderemos mucho mejor de que somos capaces frente
a los momentos adversos y cuán grande será nuestra resistencia ante las
tempestades de la vida que se nos avecinen por nuestro camino.
Por
más que siempre queramos enfocarnos (bueno no todos) en salir adelante sin
detenernos a mortificarnos porque si o porque no, por más que queramos que
siempre fuera así, dicha constancia es difícil de obtener y de mantener- claro
está, una vez se haya obtenido - y creo que mucho pasa por el ejemplo que puse
al iniciar el escrito. Regularmente esperamos a que nos llegue aquel bus que
nos llevará a cruzar las puertas triunfantes del éxito, pero creo - sin ser un
tipo exitoso - que esto nos puede dejar dos opciones: 1) Nos quedamos esperando
el tan anhelado bus que nos cambiará la vida, y mientras este no llega, ahí en
la espera nos quedaremos despotricando de la “Lamentable” vida que nos ha
tocado y de que muestra de ello es que estemos ahí como un(a) idiota esperando
un bus que incómodamente nos llevará al lugar al que pretendemos llegar. Una
vez llega este, estamos tan insolados, confundidos y llenos de ira, que nos
cuesta mucho ponernos en “sintonía” con el momento y ya cuándo queremos
disfrutar del hecho de que ya no estamos esperando el bus que nos lleva a dónde
queremos, justo cuando eso sucede observamos que el bus ya llegó a dónde
queríamos y no tuvimos la oportunidad de disfrutar del viaje. Situación que
como resultado nos dará que a pesar de haber llegado al lugar que pretendíamos,
llegamos y al final, no sabemos porque vamos a celebrar o celebramos a medias,
sin darle mucha importancia a lo obtenido, ya que nos la pasamos la mayor parte
del viaje furiosos por la(s) situación(es) pasada(s) y no tuvimos la suficiente
concentración y porque no decirlo, la suficiente “cordura”, para olvidarnos de
la situación pasada y dejar de pleno toda nuestra concentración en el recorrido
del bus y disfrutar del mismo independiente de que el paisaje o el entorno que
encontremos en el mismo no sea el más espectacular de todos.
Y
esa es la opción 1. Ahora bien, vamos con la opción 2). Esta opción puede ser
aún peor que la 1. Nos pone en el mismo lugar, en la misma situación, sólo que
esta vez, se dan 2 circunstancias. La primera es aquella en la que el bus va
tan lleno que por comodidad no decidimos abordarlo y cuándo este vuelva a
aparecer con sillas vacías o por lo menos no tan lleno, cuando eso suceda, nos llevará
al destino que queremos. Eso sí, llegaremos demasiado tarde. La segunda
circunstancia es aquella en la cual esperamos, esperamos y nos cansamos de
esperar…. Pero se da la situación de que nuestro bus nunca llega y nos quedamos
ahí en la terminal. Quejándonos y preguntándole a la vida o al ser Supremo en
el cual crean “Porque ha(n) sido tan injusto(s) y nos ha(n) abandonado”.
Dicha
situación me llevo a escribir este post. Me vi en las afueras de la terminal de
buses. Sin saber cuál bus me llevaría a mi destino, pregunté por este a una de
las tantas personas que se encontraban allí esperando su ruta. Una vez supe cuál
era la indicada, esperé, esperé y esperé hasta que ya la espera se me hizo
insoportable y a diferencia de la circunstancia 2, de la opción 2, aquí
planteada, no quise que se me hiciera tarde y emprendí mi camino a pie.
Disfrutando de una buena vista, de un buen ambiente y aprovechando para relajar
mi mente. Siempre enfocado en el lugar al cual quería llegar.
Creo
– siendo un inexperto de la vida – que el camino y las oportunidades de un
éxito personal están siempre ahí. El recorrido que hice, no fue fácil, pues
hacía bastante calor, pero en la vida se debe aprender a sacar siempre lo bueno
dentro de esas malas situaciones que generalmente son inventadas o pensadas
basados en unos estándares de vida obsoletos. Hay que arriesgarnos a enfrentar
el camino sin esperar tanto a ese tan anhelado bus. Hay que arriesgarnos, quizá
nuestro verdadero placer y éxito personal este en recorrer el mundo a pie y no
en bus. Creo que la mayoría de las veces, la solución(es) está(n) ahí, sólo es
cuestión de atrevernos a pensar y actuar un poco diferente a lo que indican los
Libros de Vida que nunca nadie escribió, pero la sociedad a cada tanto se
encarga de parafrasear frases, cuentos y fábulas escritas en estos.
Canción
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3 comentarios:
Que buen artículo don heiller! si ve de lo que es capáz cuando anda sobrio? (?)
Que bien, pero tengo una pregunta... que bus andaba esperando? de esos que maneja la empresa de Dario Serna? (?)
Gracias JuanMa Trataré de mantener con esa Sobriedad... jejeje
Nada Eltharion Aunque en la ciudad dónde estuve capaz que me encuentro uno de esos... jejejeje
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